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August 16, 2023
Trabajo en un prostíbulo, pregunta lo que desees”: El meretricio en primera persona
El negocio en horas pico
Si uno ambiciona pasarlo bueno, se pide implícitamente asistir entre semana a deshoras. Como sucede con otros negocios como el de los restaurantes, cuanta menos gente haya, más fácil será que la prestación del servicio sea mejor, explica. “fundamentalmente es un polvo fulminante ya que los salones de espera están llenos, muchas veces puedo tener hasta 10 clientes por día si es un viernes o un sábado”. Las generalidades de estos muchachos es que vienen de alguna fiesta así que lo circunscribimos a citas de media hora”. En estos encuentros, se elimina cualquier plática o charla y se va al grano, aunque se muestra de acuerdo que los clientes suelen salir jubilosos. “puede que suene algo indiferente e inclemente, pero siempre se presta un servicio igualmente cálido, amistoso y fogoso.
Clientes habituales y otra fauna
Acostarse con vírgenes al parecer, es algo muy habitual, y alienta a hacerlo si de verdad se desea, salvo que uno le dé un gran valor a su castidad. Sin embargo, indica, es muy posible que sea una experiencia decepcionante: “Creo que pende considerablemente de la chica que prefieras, de disponerse mentalmente y de fijar posibilidades claras en las que los dos se pongan de acuerdo”. Por lo habitual, recuerda, la faena es la faena. Y es muy semejante al de, por ejemplo, un doctor: “Posteriormente los cuerpos acaban siendo cuerpos”. Esta prostituta dice que procura hacer cualquier cosa que le piden (sí, está dispuesta a cualquier cosa), excluyendo menores de edad o animales. Sin embargo, acepta que objetaría a personas con determinadas discapacidades, no por ella, sino como piensa que sería incapaz de excitarles. Eso sí: “la presunción, una embriaguez extrema, estar bajo los efectos de las substancias o drogas es una falta de respeto” pueden inducir que se resista a un cliente. Correctamente y con humor les invento ciertas insinuaciones para que mejoren su técnica y sean competentes de hacerme llegar al éxtasis.
El tamaño del pene
Sí, el tamaño medio es mucho menor de lo que especulamos (o de lo que presumimos): las más pequeñas miden unos 8 centímetros, aunque la media se encuentra entre 12 a 15. Más allá de eso, las considera grandes. Eso sí, ha tenido malas experiencias con la corpulencia del pene “La más grande era tan larga y gruesa como mi brazo, así que tuve que decir que no, yo me comido vergas grandes, pero nada como eso”, explica. “El necesitado tipo explotó en llantos y dijo que no podía acostarse con ninguna por su gigantesco tamaño. Igualmente, en esos casos nunca se les coloca dura del todo”.
Los orgasmos de la prostituta
¿Son reales o, por lo general, los finge? No obstante, reconoce pasárselo bien trabajando, expone que extraordinariamente llega al clímax con un cliente. “Lo ensayo en todas las citas, pero a salvo que sean diestros con el sexo oral vivo tan frecuentemente acostumbrada a mis dedos que solo puedo correrme yo sola”, explica. Otra opción es concluir por su propia cuenta una vez el hombre ha alcanzado la eyaculación, mientras este mira, o practicamos la masturbación recíproca. Además, reconoce que hay algunos tipos “espantosos”: “cortésmente y con humor les hago ciertas insinuaciones para que optimicen su técnica y sean capaces de hacerme llegar”. La amplia mayoría responden favorablemente.
La lista de precios.
Lo mejor de ser una prostituta…
Según ella, hay muchas ventajas de dedicarse a este trabajo: “La libertad (financiera, de estilo de vida, de turnos). Me embruja el sexo, y esto compensa mi pretensión hasta cierto punto”. Aunque entiende que su acercamiento a la prostitución puede ser difícil de adivinar, afirma que le encanta concebir el subidón de su trabajo: “Creo en el atrevimiento, en la energía y en su transferencia. Posteriormente de acostarme con entre 5 y 12 clientes a la noche te nutres de su energía. Esto puede ser bueno y malo”. Bueno porque, a pesar del agotamiento, aún aprecias que puedes correr una maratón. Malo, porque puede llevar fácilmente al desconcierto y al insomnio.
...Y lo peor de ser una prostituta
Nada verdaderamente. Es indudable que es seguro y muy entretenido. He tenido que batallar con algunos sinvergüenzas, pero nada reseñable”. Ese puede ser el lado más complicado del trabajo, quizá, no obstante, por lo habitual es fácil librarse de los pesados que pretenden que una prostituta los bese sin solventar un extra. Eso sí, acepta en otro instante echa de menos ciertas acciones con el otro sexo, aunque no describe exactamente a salir a cenar: “Me quedo compensada con el sexo en mi trabajo, pero echo de menos tener relaciones que yo provoque”, explica. “El tonteo, los preámbulos y la atracción no pueden ser respondidos en un burdel. Lo echo de menos, al igual que la intimidad y el sexo con amor con una pareja”.
Así es la prostitución de lujo
Mora fue prostituta a los 17 años y pasó por todas las categorías de dicho mundillo. Ahora lo cuenta todo lo que tiene de degradante la profesión más antigua del mundo
“Existe la apreciación de que las prostitutas callejeras son las únicas mujeres del negocio que soportan humillaciones diarias. Desde luego aguantan los resultados de ser apreciadas como lo más bajo, pero erramos el tiro si tomásemos que la degradación se limita a los barrios rojos. No hay límites en la prostitución. Al contrario de lo que se piensa, es igual de viable y tan usual ser abochornada en un hotel de cinco estrellas”. La chica comenzó a prostituirse en su juventud, y a lo largo de su carrera pasó por todas las clases de la profesión, desde la calle hasta el de dama de compañía de lujo pasando por prostíbulos y agencias de escorts, algo que, como testifica, le da una posición privilegiada para concebir los componentes de su trabajo. Y si hay algo que apetece que quede claro, es que no hay ninguna diferencia fundamental entre el trabajo de una prostituta de calle y otra de lujo: “Algunas de las peores prácticas que he tenido en la prostitución tuvieron lugar en los hoteles más distintivos de la ciudad”, explica. El cliente con mucho dinero puede llegar a ser mucho más peligroso que el resto: “Algunos tipos poderosos (no todos, gracias a Dios) se comunican contigo como si te correspondiera considerar un privilegio, una gracia por estar ahí, independiente de lo intachable y dispendiosamente vestida que vivieses”. La prostitución, para los hombres más ricos, es una cuestión de control, lo que buscan es una relación de sometimiento. “Su forma es clara: 'te he pagado un millón de pesos, y por lo consiguiente tengo derecho hacer lo que me ambicione, lo que me dé la gana y tú vas a cerrar la boca'”, explica Mora. “Por supuesto, en unos hombres esta manera era sencillamente algo espontáneo de su presunción, insolencia y crueldad; a la mayor parte de los que me conocían, estaba claro que les gustaba humillarme, hacerme creer una desvalida, que entiendese que estaba ahí sólo por una razón: que mi organismo fuese utilizado como un recipiente para su esperma”.
La jerarquía de la prostitución
A Mora le preocupa especialmente que el lector entienda que, esencialmente, no hay ninguna diferencia entre el trabajo de unas prostitutas y otras, pero también que son estas ideas equivocadas Las que provocan la prostitución siguen arruinando la vida de muchos. Según confirma, la jerarquía creada en la escena es favorecida por las propias mujeres, ya que las escorts de lujo desprecian a las que trabajan en prostíbulos, que a su vez hacen lo propio con las chicas de la calle. Cada uno de estos trabajos tiene sus pros y sus contras y, por supuesto, diferentes beneficios económicos.
Mora es uno de esos extraños casos capaces de pasar en cuestión de horas de encontrarse con un hombre rico en un hotel de lujo a pasear por las calles, aunque es relativamente habitual que, por ejemplo, se alterne el acompañamiento con los burdeles. La chica de la historia empezó caminando por las calles de Bogotá, pero a los 20 años abrió su propia agencia de acompañantes, hasta que se dio cuenta que la propiedad de su agencia era muy alta, y eventualmente consideró trabajar para otras agencias de acompañantes. y burdeles. Mora define su visión de la prostitución como "a la carta", sin mejores opciones morales o sociales, pero la degradación es común. Les gusta pensar que cuando llaman a una agencia de escorts, una vagina distinguida unida a una mujer elegante llamará a su puerta. Por eso, maldice a las mujeres a las que les gusta pensar en sí mismas como escorts o damas de honor, sin decir eufemísticamente que son "putas"; son las menos felices, porque "al menos son mujeres que no se avergüenzan de llamarlas por su nombre, y de no engañarse a "ellas mismas". ¿Quién se beneficia de la buena reputación de la prostitución extravagante? Mora no tiene dudas sobre la industria “porque es la forma más fácil de aumentar el mercado”. En resumen, este es el problema del clasicismo. Olvídate del glamour; otra de las leyendas urbanas más dañinas sobre las mujeres que usan su cuerpo, explica Mora, es la creencia de que las trabajadoras que andan por la calle no pueden ser “ascendidas” a prostitutas de lujo. De hecho, fue tan simple como llamar y presentarse, como lo había hecho antes Mora. Si bien en general es cierto que las prostitutas de clase alta a veces van por el lujo y las prostitutas de clase baja van a burdeles y proxenetas callejeros, el flujo entre todos estos mundos es mucho mayor de lo que uno podría pensar. Porque se atreven a correr riesgos. Mora siempre se sorprende de que haya tantas mujeres de clase alta en la prostitución. A menudo, estas personas tienen muchas opciones en la vida, pero eligen una de las peores carreras. Tienen una cosa en común: "conceder todos los privilegios, excepto el más importante, que es la paz sexual de una mujer". En general, todas las prostitutas que Mora conoció en su carrera tenían algún tipo de problema, a menudo sexual (como el abuso de los padres), que las llevó a este mundo. “La prostitución puede ser una experiencia fugaz”, concluye Mora. "Puedes hacerlo, pero el problema es que solo se aplica a las mujeres que lo han pensado". En otras palabras, las únicas personas que piensan que no pueden dejar el trabajo que están haciendo están atrapadas en él por el resto de sus vidas. Al mismo tiempo, ninguna prostituta decidió cambiar su entorno a un entorno teóricamente peor, porque "sintieron que atentaría contra su dignidad". Pero el trabajo en sí es humillante”. Lo que sucede en un hotel de cinco estrellas es lo mismo que sucede cuando me levanto la falda en un callejón. La naturaleza de la prostitución no cambia debido a las circunstancias. Es mejor no quedarse, porque tu culo rozará contra el lino blanco, no contra el asfalto. "