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August 01, 2023

Escorts, Prepagos, Putas, Dama de Compañia

Esto es lo que piensa sobre la vida (y el sexo) una de las prostitutas mejor pagadas de Colombia.

La trabajadora del sexo Lina  Martínez solo atiende a los clientes más ricos y exclusivos: aquellos que pueden pagar 5.000.000 millones de pesos por un encuentro de dos horas.

Lina Martínez es, según asegura en su página web, “estudiante, profesora de yoga, viajera y escritora”, pero se define sobre todo como trabajadora del sexo. Y es una de las más exitosas de Bogotá. Según explica su agente en una entrevista en 'Mel', solo atiende a los clientes más ricos y exclusivos –aquellos que pueden pagar su tarifa– que pasan su exigente proceso de clasificación: nunca habla con ellos telefónicamente hasta que un colaborador ejecuta una confirmación escrupulosa de sus referencias, que incluye llamar a sus referidos. Lina es consciente de que su trabajo es excepcional en la industria. En el contexto colombiano, se debe recordar que la gran suma de las mujeres que practican la prostitución son necesitados, inmigrantes e indocumentadas. Lina, sin embargo, es blanca, joven y tiene educación universitaria, algo que le permite cobrar tarifas excepcionalmente elevadas. Pero, debido a las pésimas circunstancias del conjunto de sus colegas, o quizás debido a esto, reclama en luchar por la declaración del trabajo sexual como una profesión legítima. Las cosas realmente escandalosas suceden cuando los profesionales del sexo se reúnen con otros profesionales del sexo Su ingreso en la profesión ocurrió como el de tantas otras jóvenes: aunque había cursado una carrera en una universidad, no encontraba ningún trabajo, así que decidió probar suerte en la industria del sexo. Así empezó a trabajar en un burdel clandestino de Kennedy, del que fue despedida por tratar de sindicarse con sus compañeras para obtener mejores condiciones. De allí pasó a trabajar en diversos clubs de la ciudad, donde tuvo sus primeros contactos con la 'jet set', y acabó trabajando para la agencia más exclusiva de la urbe: Cupid´s Escorts. “Tenía chofer que me hacia todas las diligencias, me recogía y me transportaba a cualquier lugar de la ciudad y conocía a los usuarios en los hoteles y las residencias más distinguidas”, explica Lina. “Pero a pesar del seductor contexto profesional, posteriormente de salvar cierto tiempo en la firma, porque así nos decían que debíamos llamarla,  pensé que conseguía sacar más dinero si montaba mi propia agencia por mi cuenta”.

A tope de amor y lujo

Lina asegura concebir las sesiones de forma algo distinta a como imaginamos los encuentros con una prostituta (de hecho, evita usar esta palabra durante toda la entrevista): “Normalmente disfruto de una buena comida y conversación con los clientes al comenzar la sesión. Literatura, arte, filosofía… Casi cualquier cosa menos política. El discernimiento en tu cerebro es el decano de los órganos sexuales, si logras levantar fuego en mi mente, entonces apresas mi cuerpo”. Que te paguen por hacer el amor infaliblemente cambia cualesquiera de las cosas. Principié a apreciar mucho más la sexualidad que disfruto en mi existencia personal.

Durante todo este tiempo en la industria del sexo, Lina ha saboreado de todo tipo de pruebas, tentativas y experiencias: ¡ha volado en jet privado, ha pasado fines de semanas con parejas y, claro está, ha participado en orgías multitudinarias al más puro estilo Mansión Playboy “Las cosas realmente escandalosas suceden cuando los profesionales del sexo se reúnen con otros profesionales del sexo”, asegura la prostituta. “¿Abrir los ojos y ver a ocho mujeres grandiosas salir humedecidas de una tina de hidromasaje para regresar a llenar sus copas de champán? Sí, por supuesto, por favor, es lo mejor”. Aunque Lina es muy optimista con su profesión, no todo es maravilloso. La 'escort' sabe que este tipo de labor cambia el carácter en que se viven las relaciones propias: “Que cobres por hacer el amor palpablemente pasa de un extremo a otro algunas cosas. Lo más transcendental es que emprendí a comprender y valorar mucho más el sexo que tengo en mi vida personal. Ahora soy una persona mucho mas más selectiva y refinada en la deliberación de quien puede ser mi amante. ¿Qué logran brindar que no sea riqueza o sexo? ¿Me concibo positiva siendo juguetona con él? La verdad, ahora me envuelvo menos en las relaciones ahora que cuando no trabajaba en esto. Este trabajo me ha llevado a ahondar más en mis idilios personales y a tener una mayor ligereza en mis rollos casuales”.

La excepción que confirma la regla

En opinión de Lina, todas las mujeres participan en el trabajo sexual de una u otra forma, de forma consciente o inconsciente. “Tal como está configurado el mundo las mujeres tienen que vivir principalmente de los activos materiales de los hombres y satisfacerse con ellos”, asegura la prostituta. Es un modelo basado en la escasez. Se basa en la falsedad de que las ganancias materiales son suficientes para sostener a los seres humanos y niega el trabajo emocional no remunerado inherente a esos intercambios. El trabajo sexual aporta transparencia y permite un intercambio diferente de intimidad”. Según la Organización Internacional del Trabajo, en todo el mundo 4,5 millones de personas son víctimas de la explotación sexual forzosa Lo que la prostituta de lujo no apunta en ningún momento es que en la gran mayoría de los casos el trabajo sexual no ayuda a la transparencia, ni es considerado un término intimidad, sino un aumento de la sumisión. Es una tarea espinosa calcular el número y el escenario de las esforzadas trabajadoras del sexo, pero las generalidades de estudios concuerdan en marcar que, al menos en Colombia, muchas jóvenes, niñas, mujeres maduras; que ejercen la prostitución lo hacen contra su voluntad y parece claro que, si no todas son víctimas de redes de trata, la enorme mayoría de las mujeres que entran en el mundo de la prostitución provienen de ambientes de indigencia y pobreza estructural. En determinados círculos quizás la prostitución sea un intercambio entre iguales, pero la historia de Lina es la excepción que confirma la regla, y si idealizamos su trabajo corremos el riesgo de olvidar a los 4,5 millones de personas que según la Organización Internacional del Trabajo son víctimas de la explotación sexual forzosa en todo el mundo.

En Bogotá, la capital de Colombia, viven más de 8.000.0000 de habitantes, aunque su área metropolitana hace que la cantidad se dispare hasta los casi hasta los diez millones. Según los datos de 2020, alrededor del 30% de ellos trabajan para el gobierno, pero no son los únicos cuya dedicación diaria está determinada por la condición capitalina de esta ciudad. Muchas organizaciones no gubernamentales, bufetes de abogados, lobistas, trabajadores independientes y asociaciones profesionales están radicadas en una ciudad que aguanta mucho mejor las crisis económicas que otras urbes. Por esas particularidades de la vida en Bogotá, resulta curioso entender cómo se vive en uno de sus burdeles, tal y como expone Carolina Medina en un ensayo, intenta explicar los cambios que se han producido en las grandes ciudades colombianas, el ensayo recurre a entender mejor la vida sexual de sus habitantes.

Un mes en el burdel

Madam Carolina fue el nombre que Clara Medina utilizó para ocultar su identidad durante el mes que pasó facilitando los encuentros sexuales entre clientes y prostitutas, un trabajo que consiguió después del retiro de su predecesor. No es de sorprenderse por el género y variedad de los regentes del burdel, algunas veces fueron mueres, otras veces hombres, pero últimamente eran transgenero; el mercado de las mujeres se hallaba en claro bajada en la Casa, el calificativo con el que los trabajadores describían a dicho lugar, que es descrito como una especie de “castillo encantado de Disney” del sexo. En el momento en el que Madam Carolina pasó por el burdel, sólo quedaban veinte mujeres en la plantilla (cinco de las cuales eran transexuales) y 4 hombres.

Su función era negociar el precio entre cliente y la prostituta, facilitar el encuentro y administrar los pagos, así como otras tareas más cotidianas como cambiar las sábanas o atender al teléfono. En cuanto a los trabajadores del burdel, casa de citas, casa de lenocinio o como lo quieran llamar, tomaban la mitad de la parte del pago de sus clientes, y sus ingresos variaban en gran forma entre unos y otros. El truco, es echarle el cuento al cliente y se encuentra en  tratar de convencer a quien te contrata de que deseas pasar toda la noche con él, lo que eleva perceptiblemente el costo total, en ocasiones hasta unos 1.500.000 pesos o, como en el caso de Janet, la escort transexual más exitosa de la Casa, unos 2.000.000 de pesos cada noche. Janet era más trabajadora que el resto: llegaba a aceptar cuatro clientes cada noche, cuando la mayor parte de sus compañeras se daban por contentos (y exhaustos) con dos.

La policía es consciente de lo que ocurre en los burdeles, pero no tiene ningún interés en cerrarlos Para conseguir estos ingresos extra, las prostitutas utilizan diversos trucos. Uno de ellos era insistir al cliente en lo mucho que le apetecían y deseaban y cuánto gozarían poder pasar toda la noche, y no sólo un rato, que era muy poco por todo lo que ella podía dar. Tan sólo tendría que pagar un poco más (en realidad, cuatro veces más) y sus jefes le dejarían. Para eso era muy ventajoso ir a comer a restaurantes con un cajero electrónico a mano adonde el interesado lograse permitirse velozmente de su dinero. Sin embargo, la mayor parte de estos no eran particularmente adinerados –no se trataba de un burdel muy lujoso–, sino que solían ser de clase media, y a veces incluso un poco más pobres. ¿Más trucos? Para los hombres y transexuales que aún tenían pene, manejar un champú de color perla para aparentar una eyaculación, lo que les permite consentir más clientes por noche.

Las reglas del negocio

Posiblemente debido al carácter un tanto desmañado y viejo del prostíbulo, este no se juzgaba tanto como un negocio en una casa cuyos residentes, en proporciones dispares pues había prostitutas, transgeneros, gays, prostitutas que solo querían con mujeres y así de todo un poco, aunque todos tenían un factor común en su vida, salir adelante no importa como fuera el medio, se llevaban suficiente bien entre sí. Todo el mundo, inclusos los policías, sabía qué se encubría y disimulaba tras el lugar, pero nadie tiene ningún interés en obstruir el negocio. Es más, alguno de ellos suministraba lecciones a las trabajadoras para no tener problemas. Por ejemplo, si estaban siendo maltratadas por un cliente, no debían confesar su contexto sino puramente explicar que lo habían distinguido en un bar y que este los había agredido. Sin declarar explícitamente su situación laboral, la autoridad sabría lo que había acontecido. Por lo general, las prostitutas pasaban la noche en buenos restaurantes con clientes que los respetaban, Carolina reconoce que la vida de sus compañeros no era, por lo habitual, muy compleja, no obstante, implora el hecho de que se hallasen desabrigados ante las malaventuras de sus clientes. Tan sólo de vez en cuando alguien intentaba hacerlos daño o se juzgaba potencialmente difícil, escenarios en las que recurrían a R., un experto en sadomasoquismo que sabía defenderse bastante bien con sus propias manos. También había reglas para los propios habitantes de la Casa. Entre ellas se encuentran las siguientes: no referirse a los escorts como prostitutas (ni ninguna denominación semejante); tratar a los transexuales siempre en femenino; no ayudar que se causasen noviazgos ni relaciones sentimentales entre los habitantes de la casa; y no tomar de forma desmedida. Fue este elemento el que hizo que posteriormente Carolina fuese echada (“sí, me lanzaron, me echaron de un putiadero por beber mucho”). Ella misma reconoce no haber entendido demasiado de lo que sucedía en el burdel. “A pesar de mi perceptible interés, nunca pude lograr ahondar demasiado”, explica. Son terrenos que se gobiernan por sus convenientes normas no escritas, aquellas que fuera de sus muros, suenan extrañas para el común de los mortales.

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