Sugar baby de azugar o Sugar Daddy de hiel en español
October 16, 2022
Contrario a lo que se suele pensar, cuando hablamos de amor es el hombre quien suele enamorarse perdidamente, mientras que la mujer (consciente o inconscientemente) mantiene una actitud fría y calculadora antes de abrirle las puertas al romance.
A los hombres el amor le entra por los ojos: busca en una mujer un buen cuerpo, tetas generosas y firmes, un buen trasero, piernas bien torneadas.
Las mujeres, en cambio, buscan otra cosa: seguridad y protección. Este mandato lo llevan en sus genes. Una vez que surge el concepto de familia, la mujer debió asegurarse un compañero que la protegiera y alimentara durante sus largos períodos de gestación y, luego, a los hijos. Era un acuerdo sencillo pero eficaz.
De esa forma la mujer, cada una dentro de sus posibilidades, calcula con toda la frialdad que su naturaleza le permite, para escoger al mejor macho disponible. Y así, el jefe suele ser más atractivo que el empleado, el hombre acomodado más interesante que el pobre, y el médico más conveniente que el enfermero.
Pero a veces esa búsqueda de seguridad y protección por parte de la mujer se distorsiona a niveles peligrosos. La chica apunta alto y ya no se conforma con el hombre adinerado o estudiado. Quiere llegar al poder puro. Al poder que va más allá del dinero y hasta de las propias leyes. Y en ese terreno, Colombia se ha vuelto un profuso productor de hombres con un poder casi ilimitado.
Bandoleros como Pablo Escobar hicieron estremecer de terror a la sociedad de Medellín durante los años 80 del siglo XX, pero al mismo tiempo fue amado y protegido por la barriadas de la ciudad, a cuyos habitantes les prestaba una atención que el Gobierno les negaba. Se hizo un héroe, una especie de Robín Hood moderno, mientras que la televisión y los noticieros colombianos terminaron de convertirlo en una verdadera leyenda. Allí comenzó a gestarse la narco-cultura colombiana, que quizás quedó oficialmente bautizada por Charly García cuando nos llamó “Cocalombia”.
Se escribieron novelas como “Rosario Tijeras” y “La virgen de los sicarios”, se produjeron películas y series de televisión de alta factura sobre la vida y milagros de los narcotraficantes, se lanzaron telenovelas como “Sin teta no hay paraíso” o “Las muñecas de la mafia”, historias que se alimentaban de la realidad al mismo tiempo que la engrandecían y la transformaban en algo más atractivo. Niños y jóvenes colombianos nacidos en la más extrema pobreza y sin ningún futuro más que el de la miseria, encontraron en el hampa una salida rápida: dinero, mujeres, drogas, rumbas y poder. Muchos saben que no sobrevivirían a los veinticinco años de vida, pero aun así elegían vivir poco pero a máxima velocidad. La premisa era “todo vale para salir de pobre”. Y para salir de esa miseria el hombre utiliza el crimen y la mujer su cuerpo. De allí surgió una raza de hermosas y seductoras mujeres: las llamadas hembras de la silicona, las novias del narco o las muñecas de la mafia.
Mujeres tan famosas como Kate del Castillo, Alicia Machado, Silvia Irabien, Alejandra Guzmán, Angie Sanclemente (la reina del Café), Laura Elena Zuñiga, Liliana Lozano (colombiana asesinada), María Susana Flores Gámez (asesinada), Juliana Sosa y la famosísima Virginia Vallejo son sólo algunas de las que han ligado sus nombres, sus vidas y hasta su sangre a los de grandes capos de la mafia colombiana y mexicana.
Y como ellas, no son pocas las jóvenes colombianas que sueñan con que un importante miembro de algún cartel o algún traqueto de renombre las saque del barrio y las lleve esa otro mundo de lujosas mansiones y fincas, autos último modelo, piscinas, joyas, licor y música a todo dar. Una vida de ostentación en donde todos los días parecen ser domingo.
La belleza y la juventud de la sugar-baby son factores determinantes para ser seleccionada, pero también su nivel cultural. Los narcos no quieren campesinas bonitas. Ellos aspiran poder hablar con sus protegidas o que sepan comportarse en un restaurant o en una fiesta. También es importante el nivel de confianza que puedan ofrecer estas “novias” ya que pronto comenzarán a verlo y a escucharlo todo. El concepto de “espía” es inaceptable.
Ciertamente entrar a esa vida no es fácil, pero mucho menos lo será salir de ella. Una vez que se pasa el destello de los primeros días, el brillo del dinero y de los televisores gigantes comienza a opacarse y las chicas se dan cuenta que han entrado a una jaula de oro y que su amante es en realidad su carcelero. Las muchachas son aisladas por completo de sus familias y amigas, se les prohíbe salir solas y desde que pisan las propiedades del narco con el cual se han relacionado, son sometidas a un riguroso seguimiento y control.
La vida de estas muchachas está seriamente comprometidas desde el primer momento. Una indiscreción de su parte, un comentario a quien no se debe, alguna foto publicada en las redes sociales podría costarle la vida a ella y a su familia.
El caso de Yovanna Guzmán puede reflejar el de muchas jóvenes colombianas: guapa, casquivana y ambiciosa fue novia de Wilber Valera (“El Jabón”), poderoso capo del cartel del Norte del Valle. El narco y la Yovanna se conocen en el certamen de belleza “Chica Med”. Y como suele suceder, él queda flechado por la hermosura de la chica y ella, deslumbrada por el derroche del mafioso. Pero el cuento de hadas comienza a quebrarse cuando la ex miss Yovanna descubre que es especial, pero no es única. Ella es un trofeo más colocado en una enorme vitrina. Rabiosa y celosa, la joven quiere largarse pero sabe muy bien que no puede: “a la mafia no se le da un desplante”, declararía años más tarde. Para lograr su liberación tuvo que esperar a que su sugar daddy-carcelero fuera asesinado por sus enemigos en un hotel caraqueño.
Otras muchachas no han corrido con tanta suerte: la aspirante a actriz Lilian Andrea Lozano fue ejecutada junto con su amante y protector, al igual que la narco-modelo mexicana Susana Flores Gámez quien cae abatida en medio de un enfrentamiento con el ejército mexicano.
Pero las jaulas de oro no sólo las abren los capos de la droga, sino cualquier hombre con suficiente poder para hacerlo. Se dan casos en los que el sugar daddy genera una relación de poder-sumisión en el que él ejerce el control ya que es él quien paga. Y haciendo uso de su supremacía y su carácter posesivo, presiona hasta obtener de su amante todo lo que desea: hacerse dueño de su sugar baby.
Pero aún en las relaciones más formales y legítimas como lo es la matrimonial, es posible encontrar verdaderas jaulas de oro en donde un esposo celoso, poderoso y posesivo convierte a la esposa en su rehén particular, proveyéndola de todos los lujos y caprichos pero privándola de su libertad e individualidad.
Entrar a una relación amorosa regida por la ambición, el poder y el sexo, difícilmente resultará satisfactoria a largo plazo. Mejor pensarlo dos veces antes de entrar a un lugar del cual sabemos no será fácil salir, porque el brillo del oro no siempre es tan bueno como parece.